Desde tiempos inmemoriales, cuando
el hombre nómada trocó la lanza de cazador por el arado que lo convirtió
en sedentario, la raza humana descubrió que la fermentación de un buen
número de los vegetales que cosechaba producía una sustancia agradable
al paladar y agradable a la mente, a la que le dio la denominación de
alcohol.
Y este alcohol fue domesticado por el hombre y lo introdujo en
sus casas, en sus costumbres, en sus ritos y en sus comidas.
Y he aquí
que este alcohol empezó a atrapar las mentes de algunos —que no de
todos— que lo consumían y dio lugar a la destrucción de sus familias, de
sus cosechas, de su prestigio y de sus vidas.
A partir de entonces, la
humanidad se ha tornado ambivalente ante el alcohol, al que por un lado
aprecia como esa sustancia maravillosa que lo relaja, desinhibe y le
permite olvidar sus penas, y por otro lo considera ese terrible fantasma
que destruye familias, provoca crímenes y mata a la gente. Pero
realmente, qué es el alcoholismo.
La definición general
El
alcoholismo se considera una enfermedad porque el conjunto de fenómenos
derivados de la pérdida de control llena todos los requisitos que la
medicina exige para considerar como enfermedad a determinado conjunto de
signos y síntomas:
1) Tiene una historia natural;
2) Hay un cuadro
clínico perfectamente identificado y similar para todos los individuos
que lo padecen;
3) Hay una etiología (causas);
4) Una fisiopatogenia (el
desarrollo de los factores fisiológicos y patológicos subyacentes a la
enfermedad);
5) Un pronóstico;
6) Un esquema terapéutico integral y
7)
Una serie de estrategias para su prevención.
Lo que dice la OMS:
Ahora, desmenuzaremos y analizaremos exhaustivamente esta definición.
El alcoholismo es una enfermedad
crónica, de desarrollo insidioso y evolución progresiva, que se
caracteriza por la incapacidad de la persona para controlar su manera de
beber, lo que da lugar a que en la mayor parte de las ocasiones el
afectado lo haga en forma excesiva y desarrolle problemas en su salud,
su familia, su trabajo y en su relación con la sociedad en general. Esta
pérdida de control es consecuencia de una dependencia psíquica y física
al alcohol que el individuo ha desarrollado por consumirlo en forma
frecuente y excesiva durante cierto tiempo y por una predisposición, genéticamente determinada, para la adicción a sustancias.
El borracho:
La borrachera es una intoxicación por consumo excesivo de alcohol. Es cuando una persona llega al estado de ebriedad. Es un cuadro agudo, es decir, una complicación transitoria que tiene unas horas de duración, después de las cuales la persona se restablece completamente.
La borrachera es una intoxicación por consumo excesivo de alcohol. Es cuando una persona llega al estado de ebriedad. Es un cuadro agudo, es decir, una complicación transitoria que tiene unas horas de duración, después de las cuales la persona se restablece completamente.
El alcohólico:
En
cambio, el alcoholismo es una enfermedad crónica e irreversible
(incurable) caracterizada por la adicción al alcohol (dependencia
psíquica y física a esa sustancia). Una persona que ha desarrollado el
alcoholismo, aunque deje de beber seguirá siendo alcohólica. Un bebedor
normal o un alcohólico pueden estar borrachos en un momento dado, pero
un alcohólico, aunque no esté borracho, sigue siendo un alcohólico.
El enfermo alcohólico:
El término Enfermedad Crónica se refiere a un estado patológico que el individuo tendrá toda su vida. Este desorden crónico podrá tener etapas de control o asintomáticas en donde no se manifiesten los síntomas de la enfermedad, pero esta se mantiene potencialmente dentro del paciente afectado. No hay que olvidar que un gran porcentaje de las enfermedades que se atienden dentro de la medicina son crónicas.
El término Enfermedad Crónica se refiere a un estado patológico que el individuo tendrá toda su vida. Este desorden crónico podrá tener etapas de control o asintomáticas en donde no se manifiesten los síntomas de la enfermedad, pero esta se mantiene potencialmente dentro del paciente afectado. No hay que olvidar que un gran porcentaje de las enfermedades que se atienden dentro de la medicina son crónicas.
Ejemplos de enfermedades crónicas son la
diabetes, el reumatismo, las alergias, la insuficiencia coronaria, la
epilepsia, el colon irritable, etcétera. Una enfermedad crónica se controla, pero no se cura.
Un diabético que siga la dieta prescrita, que tome sus medicamentos
hipoglucemiantes regularmente, que asista con disciplina a sus consultas
y que se someta regularmente a los exámenes de laboratorio que le
solicite el médico, seguramente estará bien controlado de su diabetes y
pueda hacer una vida normal, pero no podemos decir que esté curado
puesto que, si descuida su tratamiento o come carbohidratos en exceso,
su padecimiento se descontrolará y corre el riesgo de caer un coma
diabético.
Lo mismo ocurre con el alcohólico, mientras no beba su
padecimiento estará controlado, pero en cuanto vuelva a beber los
síntomas de su enfermedad crónica se volverán a manifestar, poniendo en
riesgo su salud e incluso su vida.
Como se reconoce la enfermedad:
Pasaremos ahora a analizar el término desarrollo insidioso.
Pasaremos ahora a analizar el término desarrollo insidioso.
Se dice que la enfermedad del alcoholismo tiene un desarrollo insidioso
porque es muy difícil precisar el momento en que se declara. En esto
radica una de las principales dificultades para el diagnóstico temprano
del alcoholismo, y lo más importante: que el sujeto afectado
identifique, reconozca y acepte que se le ha declarado una enfermedad
que pone en riesgo su salud y su propia vida. La mayor parte de los
enfermos alcohólicos reconocen su enfermedad o solicitan ayuda médica
cuando ya está muy avanzado el proceso o se ha presentado alguna
complicación médica muy grave que está comprometiendo su vida.
Igualmente, muchos médicos o psicoterapeutas, por la misma insidia de la
enfermedad, no saben reconocerla oportunamente y, en muchos casos, sólo
le dan al bebedor problema la categoría de enfermo cuando ha
desarrollado alguna complicación médica, como puede ser la cirrosis
hepática o el Delirium Tremens (delirio con temblor).
Del uso al abuso
Este desarrollo insidioso radica en que el proceso morboso (enfermo) que conduce al alcoholismo en sus etapas prepatológicas evoluciona muy lentamente (en cinco, diez o más años) y de una forma muy sutil, de modo que casi nadie detecta los síntomas prodrómicos de la enfermedad. Durante la etapa previa a que ésta se declare, no existe mucha diferencia entre un bebedor social y un bebedor problema. Es muy difícil precisar el momento en que el bebedor se convierte en alcohólico.
Este desarrollo insidioso radica en que el proceso morboso (enfermo) que conduce al alcoholismo en sus etapas prepatológicas evoluciona muy lentamente (en cinco, diez o más años) y de una forma muy sutil, de modo que casi nadie detecta los síntomas prodrómicos de la enfermedad. Durante la etapa previa a que ésta se declare, no existe mucha diferencia entre un bebedor social y un bebedor problema. Es muy difícil precisar el momento en que el bebedor se convierte en alcohólico.
El
bebedor ya pasando por ciertas etapas antes de llegar al alcoholismo. Al
principio sólo bebe en forma ocasional, más tarde empieza a beber en
forma habitual (aquí desarrolla un hábito), luego empieza a consumir
alcohol en forma excesiva y cae en lo que se llama abuso del alcohol
o bebedor excesivo. Esto ya constituye un problema sanitario aunque
todavía no se desarrolla una franca adicción al alcohol, que es
justamente la última etapa del proceso que marca el cruce de la frontera
entre el bebedor y el alcohólico.
La medicina se basa en dos parámetros
clínicos para determinar si un bebedor excesivo se ha convertido en
alcohólico. Estos dos parámetros son: la Tolerancia y el Síndrome de
Supresión.
La Tolerancia se define como una
adaptación biológica del organismo al alcohol, por la cual el bebedor
necesita mayor cantidad para obtener los mismos efectos que antes
lograba con menor cantidad.
Del abuso a la adicción
Cuando aparece el fenómeno de la Tolerancia en un bebedor esto suele resultar muy engañoso, pues lejos de que la cause preocupación siente que ya ha aprendido a beber, cada día aguanta más y, a diferencia de antes, ahora consume grandes cantidades de alcohol sin que se presenten síntomas tempranos de borrachera.
Cuando aparece el fenómeno de la Tolerancia en un bebedor esto suele resultar muy engañoso, pues lejos de que la cause preocupación siente que ya ha aprendido a beber, cada día aguanta más y, a diferencia de antes, ahora consume grandes cantidades de alcohol sin que se presenten síntomas tempranos de borrachera.
En este punto peligroso en que la gente cree
que ya aprendió a beber, el bebedor se confía y cada vez consume alcohol
en mayor cantidad, con mayor velocidad, durante más tiempo y con más
frecuencia.
Esta adaptación biológica consiste en una serie de cambios
metabólicos de tipo adaptativo que ocurren en la intimidad del hígado y
del cerebro, dando lugar a una serie de transformaciones neuroquímicas
en las vía metabólicas de degradación del alcohol, lo que finalmente
conduce al fenómeno de la compulsión.
Esta determina la incapacidad del
individuo para controlar su manera de beber, caer con más frecuencia en
el exceso alcohólico y presentar problemas de conducta que van a afectar
su vida familiar, laboral y social.
Estos cambios neurobiológicos que
ocurren en la intimidad del cerebro son irreversibles, es decir, si el
sujeto alcohólico deja de beber por un tiempo pero más tarde vuelve a
consumir alcohol, el cerebro volverá a reaccionar en la misma forma que
la última vez que bebió y tarde o temprano vuelve a aparecer el fenómeno
de la compulsión. Esto es lo que los expertos de la oms llaman:
"Reinstalación del Síndrome de Dependencia una vez que el alcohólico
vuelve a beber".
El segundo parámetro para saber si
el bebedor excesivo ya desarrolló una dependencia física al alcohol es
el Síndrome de Supresión:
Este constituye un conjunto de síntomas
físicos y psíquicos que presenta un bebedor problema después de haber
bebido excesivamente durante varias horas o días, cuando empiezan a
bajar sus niveles de alcohol en la sangre. Lo anterior quiere decir que,
una vez alcanzados niveles sistemáticamente altos de alcohol en la
sangre, se genera una adaptación metabólica del organismo a estos altos
niveles de alcoholemia.
Cuando la persona deja de beber, los niveles de
alcohol en la sangre empiezan a bajar. Como el organismo ya está
adaptado al alcohol, al disminuir la alcoholemia se produce una reacción
de desadaptación metabólica, lo que se manifiesta a través de síntomas y
signos muy severos que provocan un alto grado de sufrimiento del
paciente. Por decirlo en otra forma, el organismo protesta
porque se reducen los niveles sanguíneos de una droga a la que ya se
adaptó, presentándose dichas molestias que son una forma de alarma para
obligar al adicto a que siga bebiendo.
De la adicción a la falta de control:
Esta incapacidad de control, que es el síntoma cardinal del alcoholismo, deriva de la ya mencionada compulsión proveniente de las transformaciones neuroquímicas que sufre el alcohólico en la intimidad de su cerebro y también del Síndrome de Supresión. Por el temor de presentarlo, el alcohólico sigue bebiendo para que no disminuyan sus niveles séricos (sanguíneos) de alcohol.
Esta incapacidad de control, que es el síntoma cardinal del alcoholismo, deriva de la ya mencionada compulsión proveniente de las transformaciones neuroquímicas que sufre el alcohólico en la intimidad de su cerebro y también del Síndrome de Supresión. Por el temor de presentarlo, el alcohólico sigue bebiendo para que no disminuyan sus niveles séricos (sanguíneos) de alcohol.
Las consecuencias:
Las
consecuencias lógicas de esta incapacidad de controlar la manera de
beber son la ingesta excesiva de alcohol y los trastornos de la
conducta, los cuales dan lugar a la transformación de la personalidad
del alcohólico cuando se embriaga. El individuo se torna irresponsable,
necio, agresivo, repugnante y peligroso. Desarrolla problemas de salud
física y mental como consecuencia de los niveles tóxicos de alcohol que
frecuentemente presenta y de los problemas a nivel de su familia, de su
trabajo o su escuela y también de tipo legal o de desprestigio social.
No es necesario que se presenten estos cuatro tipos de complicaciones
para hablar de alcoholismo. Con una sola de estas áreas afectada es más
que suficiente para apoyar el diagnóstico.
Herencia y/o aprendizaje:
El
último elemento de la definición se refiere a la etiopatogenia de la
enfermedad. El individuo desarrolla una dependencia psíquica (obsesión
por la bebida y necesidad de su consumo para aliviar tensiones) y física
(compulsión por la bebida e incapacidad para detenerse una vez que se
ha empezado a beber), como consecuencia de dos factores: uno de tipo
heredado y otro de tipo aprendido.
El factor heredado es una
predisposición genética hacia la enfermedad con la cual seguramente
nació el individuo. Está ampliamente demostrado el factor genético en la
etiología del alcoholismo, ya que todos los alcohólicos tienen un
familiar en primero o segundo grado que también lo es, aunque vale la
pena aclarar que esta predisposición genética no es determinante para el
desarrollo del alcoholismo sino que, necesariamente, tiene que
interactuar con los otros dos factores etiológicos de la enfermedad, que
son el factor psicológico (vulnerabilidad psicológica para el manejo de
las emociones) y el factor sociocultural (estar inmerso en un medio
propicio para el consumo inmoderado de bebidas alcohólicas).
El factor aprendido se refiere a la
influencia sociocultural que recibe el bebedor. La mayor parte de los
bebedores, genéticamente predispuestos hacia la enfermedad del
alcoholismo y con una vulnerabilidad psicológica que les dificulta el
manejo de sus emociones, son presa fácil de un medio ambiente lleno de
mitos, prejuicios y tradiciones culturales que los orillan al consumo
frecuente y excesivo de alcohol (bebedor excesivo habitual). El bebedor,
al exponer su organismo a niveles sistemáticamente tóxicos de alcohol,
induce los ya mencionados cambios neuroquímicos en las vías metabólicas
hepato-neuronales, dando lugar a las transformaciones biopatológicas que
determinan la dependencia física y por tanto la adicción al alcohol.
Quizá ahora quede un poco más claro
el porqué el alcoholismo es una enfermedad compleja, multifactorial
(bio-psico-social), que presenta diferentes fases en su desarrollo
evolutivo (prealcohólica, inicial, crítica y terminal) y que para su
comprensión, manejo y tratamiento requiere de un abordaje
interdisciplinario altamente capacitado.
Nota:
El doctor
José Antonio Elizondo L. es médico psiquiatra, director del CAIPA
(Centro de Atención Integral en Problemas de Adicciones).
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